Soy bloguer he resusitado

El tesoro escondido en la estrella.

Me gradué de maquinista naval con el grado de  Alférez un día del mes de julio del año 1978.  Ya ejercía de maquinista de un barco de la flota del Caribe y había navegado y también  engendrado una hija, pero mis ojos no dejaban de estar fijos sobre mi pueblo y caminaba por sus calles recogiendo sus vivencias en hojas que después acumulaba en cualquier rincón de la casa.

Quien no siente un gran peso sobre el pecho como un cuchillo que atraviesa el  alma cuando ve un niño con hambre, un niño noble y bueno de manitas de seda y carita de terciopelo. A quien no le hierve la sangre y le duele la vida cuando bajo la techumbre hermosa  del cielo iluminado de estrellas se presenta la pequeña figurita de ternura a reclamarle al vientre del hombre lo que es suyo y que le arrebatan las horribles garras de la mediocridad, el egoísmo, el miedo y la falta de pasión.

A quien no le duele el alma cuando se hace triste a un niño y cuando la injusticia viene de tirar flores. Sobre todo si eres cubano y ese niño también es cubano

Salía de mi casa a partir en dos la pena o dejar un pensamiento errante, metido entre el frio y los espacios vacios de las calles de mi pueblo. Pase algunas horas enredado en las nimiedades del diario. Encontré casi lo mismo que el año anterior, ahora sometidos al cansancio de la noche, a la pantera negra de suicidio que no se siente hasta la última hora en que toda la vida se vuelca fugazmente en un solo instante si da tiempo a ver el primer rayo de luz de la muerte.

Mi pequeña velaba en la puerta, como fierecilla hambrienta del espacio vacío y la energía libre, se abalanzo todo lo rápido que podía en pos de mi cuerpo. Papa voy contigo. La mire despacio y presentí el terrible miedo que iba a sentir si no me acompañaba y así salí de casa con un paraban de valentía sobre dos pequeñitos pies que podía tapar con las manos. Ya paso de calle en calle sobre mi pueblo vacio. Ya deje en la grieta de algún muro la idea que golpeaba sobre mi sien, ya apacigüe  mi ego con mi pequeño paraban que me acompaña y utilice el frio para luchar contra la tierra, entonces la ternura que es casi el terror a quedar solo y abandonado en el infinito amor de la vida me llevo al desolado parque de los niños iluminado por algunas luces a color y la seca hierva del invierno, pude entonces colocar en el tiempo el alma de los perezosos y el barril de pólvora de los omnipotentes Mientras mi pequeño paraban correteaba y quería subir a la estrella aunque  su vista no iba mas allá de los sueños. Penetre en el interior del poeta, en el éxtasis del poeta que trata de ver la tierra pequeña bajo sus pies o sus garras y viajé  entre las nubes y el viento hasta adquirir un pasaje de alegría para los sueños de mi paraban, así logre subirla a la estrella y elevarse sobre todos, sobre mi, sobre el sueño negativo de los que se suicidan noche tras noche, sobre el frio y el egoísmo de sus casas cansadas de recibir perdones por guardar los secretos del desuso de la vida, en medio de un mundo convulsionado y triste, sobre el penacho quejumbroso del pájaro a medias rojo, a medias negro y sobre la fatalidad de mirar la vida y la muerte con ojos de ciegos y llameantes de flores.

La vista es tan hermosa que estremece la tierra. Allá estaba mi paraban entre dos cuerpos que hice subir con ella para que no se cayera al vacio y tornado de valentía y dolor mi regocijo se convirtiera en  odio eterno al hombre y la civilización.

Mi paraban reía y miraba desde arriba el abismo en la tierra debajo de sus pies. Mi paraban miraba como mira un gigante lo mas pequeño. Mi paraban estaba alegre. Yo la miraba de lejos a través de la semipelumbra de la noche invernal adornada con cascabeles de estrellas. Una sombra se deslizo y me saco del hechizo, se confundía con los arbusto y parecía que escondía un tesoro entre las posturas de  pinos, a pesar que no había nadie  miraba a todas partes. La envidia me tenso la piel y los músculos se me pusieron rígidos como si presintiera un ataque de un animal desconocido. Mi paraban bajo de la estrella y la vi corretear sobre la hierba del parque, y descubrí una visión gigante como el Guernica de Picazo donde el mundo se hacía trizas bajo sus pies, pero ni estaba Picazo, ni existía el cuadro y yo nunca había visto el Guernica.

Existía un niño de la carita afilada y ojos tristes que enterraba un tesoro entre los arbolillos de los pinos que más tarde las plantarían en la tierra del parque y crecerían hasta tocar las nubes y el hermoso tesoro del niño se disolvería en el cielo, el niño crecería también y recordaría un día el tesoro de la noche. Me acerque al lugar donde escondió el tesoro y vi los pases a la estrella, por cada pase a la estrella se podía adquirir un pan, el niño compraba el pase, lo guardaba, no subía a la estrella y adquiría el pan. Apreté a mi paraban contra mi pecho y di gracias porque teníamos pan, pero el Guernica aquel que no podía pintar estaría dentro del pan que comería toda mi vida.

¿Dónde estás hermosa flor del sueño infantil pajarillo cantor de la luz del alba. Donde estas estrella de ternura que acaricia la noche?.

En el tiempo cantor en el tiempo

¿Dónde estás paloma  huidiza ave mensajera de símbolos incomprensibles que anida en el júcaro o en el granadillo?.

En el cielo poeta, en el cielo.

¿Dónde estás manantial transparente que abre el sinuoso curso del arroyo atravesando arbustos y palmeras que te saludan con reverencia al pasar?.

En la vanidad doctor, en la vanidad

¿Donde estas zorzal ostentoso y saltarín que aun cuando oscurece declara su canto de adiós al día?.

En el auto, en la bencina, en la química guerrero, en la quimica

¿Dónde estás, árbol saludable, fruto sin toxina, camaleón verde y saltarín rey de la espesura?.

En el turrón de azúcar, en la ciencia mediocre filosofo en la ciencia mediocre.

¿Dónde estás generación creadora de mi tiempo, dónde estás poesía que brota del campo virgen y la mente limpia?.

En el estado pensador, en el estado, en los panfletos políticos, en la fuerza despiadada y sucia de las guerras. En lo podrido del alma del hombre pensador, en lo podrido.

Le compre el tesoro al niño, tenia envidia de aquellos pinos que lo estaban guardando, quería enviarlo al cielo,  era un pasaje a una estrella que le daba un pan. Sentí que caía una piedra desde donde  los aristócratas reparten el pan entre la burocracia que evoluciona y una nación que involuciona.

Ya mi paraban había recorrido entre sonrisa y sonrisa, libre de tristeza toda la historia de Blanca Nieves y estaba a  mi lado hermosa y reluciente como el  sol de los pobres. El niño de cara afilada y de vocecita de manantial suavizada al pasar por las rocas, tierno como el pecho amoroso de la madre que lo amamanto se acerco donde entregaban los panes por el pasaje a la estrella, se sorprendió y retrocedió asustado. Pequeño solo un pan por el pasaje a la estrella. ¿A que estrella se preguntaría él? A la que está en la bandera o en la pantalla del televisor. Con la que no puede satisfacer su hambre ni obtener un pan. No te morirás, si no lo haces. Has comido sobras de la guerra y la violencia, comienzas el trayecto del Principito. Luchando por lo que traes contra lo que te quieren dar y lo que te dirán en casa cuando llegues y no lleves lo que quieren o lo que necesitan. Que harás con tu pasaje a la estrella. Te reprenderán y tu dirás que pasaje a la estrella si yo no monte en ninguna estrella.

Recogí mi paraban lo coloque a horcajadas sobre mis hombros y guarde en el corazón el pasaje a la estrella. El niño no supo que un hombre de sonrisa triste y músculos tensos, revelado por aquella acción de los adultos recogió su tragedia. No te doblegues pequeño príncipe que has ganado tu primera batalla contra la mediocridad, contra la involución de las cosas sencillas.

Mi paraban de regreso barrio de un lado al otro la soledad  del pueblo y dejo sepultado en el vientre de la noche el miedo que me aterrorizaba, entrego una rosa y una piedra en la casa del niño luchador. No perdón fue en la nuestra y yo en mi abrigo traía un tesoro arrancado a mi paraban.

Fue uno de esos días en que todo duele, lleve a mi pequeñita al parque de los niños en el otro extremo del pueblo, todo estaba muy difícil, había hambre, adquirir u pequeño pan era una odisea. Mucho alimento en los noticieros, todos los planes económicos estaban sobre cumplidos. En el trono de Fidel relucía la opulencia. Me fije que había un niño pequeño escondido en la penumbra y que no estaba allí para montar en la estrella que daba vueltas casi vacía. La piedra de la sociedad me rompió el pecho y recordé  la DDHH de la cual Cuba es signataria. La estrella que cuento la tengo en el pecho.

   

Acerca de agustinv

Periodista independiente graduado en la universidad de la calle
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