Continuación: 27-abril-2014-domingo. Contra mis derechos, ni la cárcel ni la muerte.

No lo había traído con toda intención, tenía la seguridad que me iban a detener, sino en aquel lugar, en casa de mi hermana, estábamos amenazados con anterioridad, de cualquier forma ellos no asientan este tipo de arbitrariedades en las bitácoras de la unidad policial, solo se quedan con el carnet y a la salida lo devuelven, en algunos casos lo pierden para causarle daño al propietario. Mis datos personales, al igual que las de los demás pensadores diferentes los tienen bien controlados.
Por unos segundos ambos hablan con los uniformados y luego se marchan. Uno de los jóvenes con el grado de suboficial me hace una señal para que le siga, abre una reja y espera que yo pase, luego la vuelve a cerrar. Caminamos unos metros a la derecha y bajamos una corta escalinata hasta un saloncito amueblado con unos bancos de cemento y un buro en el centro detrás del cual están sentados dos policías, un blanquito de ojos claros con grados de suboficial también y un negrito de cara afilada y ojos saltones, sobre el buro permanece un libro abierto que el blanco garabatea con un lapicero. Me miran con curiosidad y desconcierto a la vez. Buenos días- les digo- y con cierta indiferencia responden al saludo como si las palabras escuchadas fuera una rareza anacrónica salidas de un cuerpo invisible.
Siéntese- termina por decir el que manipula el lapicero.
Me desplazo hacia el banco y quedo frente al buro. El negrito se marcha y en eso baja otro mestizo que se dirige al suboficial que visiblemente inconforme manipula el lapicero por sobre el libraco, se lo lleva a la altura de los labios y luego vuelve a colocarlo sobre el papel sin escribir nada, levanta la vista y me observa con una mirada ingenua y vacía.
Ponte fuerte, -le dice el recién llegado-si no te lo bajan con orden de arresto no los recibas.
No estoy seguro si se refería a mí, que no me habían llenado acta de detención o a otras irregularidades con los detenidos anteriores. Los reglamentos en las unidades policiales son violados constantemente bajo la impunidad del poder absoluto. El poder judicial carece de efectividad, abogados y fiscales responden únicamente a los intereses del estado y no de la justicia real. El joven, visiblemente contrariado masculla unas palabras y hace uso de una obscenidad, luego baja la vista de nuevo al papel y queda pensativo. El otro antes de salir le dice: cuidado, no hagas de bobo que te van a joder.
Colóqueme sobre la mesa todo lo que lleva encima- me dice el suboficial.
Me zafo el cinto y descuelgo las dos mortíferas armas de terrorista, primero la AK 47 marca canon y después el porta cohetes Nokia XI, saco de mis bolsillos los restos del dinero que me había enviado mi hija del país de los malos donde escapo para seguir siendo buena y lo deposito sobre la mesa, cuando el uniformado nota la cantidad de monedas de a 20 se ríe y mueve la cabeza de un lado a otro con gesto de incomprensión. Son para los ómnibus- le digo- también con una sonrisa de complacencia en los labios.
Me retiro y vuelvo al banco. Con una gran parsimonia demostrando lo aburrido que le está siendo el trabajo comienza a tomar datos de las dos descuartizadoras armas, intenta abrir la recamara de proyectiles de la canon pero no es experto en este tipo de sofisticado armamento y la vuelve a colocar sobre la mesa.
La marca canon es buena, verdad. -me dice-
Si, son buenas.
Ahora toma el Nokia XI y también intenta destaparlo, al yo notar que puede romperlo y recordar que en una detención anterior un agente me rompió una cámara en el mismo intento, le digo: me permite, yo lo abro. Lo tomo y lo destapo, saco la batería y la memoria y se las entrego, él la revisa y parece tomar algunos datos luego los deposita en la mesa.

Sabes, creo que no vas a estar mucho tiempo en esto, por lo que he podido apreciar en estos minutos, pareces una persona tendiente e lo correcto, y esto no funciona así, si quieres te doy mi número de teléfono para si tienes algún problema. Me mira y no dice nada, es un producto manufacturado mas creado por el sistema, pero sin duda está comenzando a pensar.
El negrito que estaba anteriormente regresa y se sienta a su lado. Espero que termine con el libro donde ha asentado mis pertenencias y le digo:
Según la legalidad tengo derecho a una llamada por teléfono. Me la pueden dar.
No se le dará

Entonces, ustedes que tienen la obligación de velar por la legalidad, la están violando. ¿puedo hablar con el político o el jefe de unidad?
No lo creo -me contesta el negrito-.
Si yo les preguntara que en que reglamento, ley legal o constitucional se basan ustedes para tenerme encerrado aquí, ¿qué me responderían?
Nada, esto es asunto de la CI
A, entonces la CI que no se qué cosa es y ustedes no se atreven a decirlo, te trae a una persona y la encierra en un calabozo y ustedes no piden explicación. Tú sabes que los ejecutores del delito de abuso de poder son ustedes.
Los muchachos se miran el uno al otro, nunca sabrían que contestar ni tendrían argumentos con alguna base legal para hacerlo, comprendo que ellos son simples objetos manipulables y ya no le digo más.
Quítese los cordones- me dice- el blanquito.
Le ronca los timbales -me digo- lo tedioso que son de poner los cordones en estos viejos zapatos, pero no me rebelo, ni doy explicaciones, obedezco con docilidad pensando en que debo usar zapatos sin cordones como en otras ocasiones, pero los que tengo están demasiado usados.
El muchacho uniformado toma un mazo de llaves y me indica que lo siga, subimos unos escaloncitos hacia la derecha y abre un candado, empuja una reja que da a un corto pasillo con una hilera de calabozos a cada lado, abre el candado de uno de los calabozos donde se encuentran dos individuos, entro, y después lo cierra y se marcha. El chirrido de las rejas al abrirse y cerrarse da la impresión de estar en un filme carcelario de los años 60 donde ahora me siento como el protagonista principal. (continua….)

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